La empatía es la capacidad que tiene alguien de “ponerse en los zapatos del otro”, de comprender emocionalmente a otra persona, otra cultura, otra creencia o ideología, otro momento histórico… entendiendo sus deseos, acciones o necesidades, aunque sin llegar al extremo de pensar igual que esa persona. Este concepto ha despertado el interés de distintos campos dentro de la psicología, como la clínica, la social, la de la personalidad o la educacional.
La empatía facilita las relaciones estables y saludables con otras personas, mejora la comunicación, propicia el liderazgo y el ser más solidario y lograr una convivencia más agradable con el entorno... por lo que repercute en las conductas sociales (relación con la pareja, conductas altruistas, amistades, comportamiento con los desconocidos…)
Carl Rogers, psicólogo humanista estadounidense de gran influencia, dice que ser empático es ver el mundo a través de los ojos del otro y no ver nuestro mundo reflejado en sus ojos. Dentro de su forma de entender la terapia, centrada en el paciente, la empatía es la cualidad más importante en todas las formas de escucha terapéutica.
Todos tenemos un mayor o menor grado de empatía, situándonos en un continuo dentro de uno u otro extremo, y podemos ir desarrollando la misma a lo largo de nuestra vida aunque las bases, como para casi todo, se ponen en la infancia. Los padres que demuestran a sus hijos sus sentimientos y cubren sus necesidades afectivas consolándolos cuando lloran y tienen miedo facilitan el desarrollo de la empatía pues crían en un ambiente en que los niños se sienten aceptados y comprendidos y les facilitan la capacidad para empatizar con los otros.
El descubrimiento de la existencia de las redes neuronales denominadas “neuronas espejo” en el cerebro humano, ha aportado soporte biológico al concepto psicológico de la empatía, dándose una estrecha interrelación entre ambos sistemas. Estas neuronas espejo o especulares fueron descubiertas en 1996 por el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia) mientras estudiaba el cerebro de monos advirtiendo que un curioso grupo de neuronas no se activaban únicamente cuando el animal llevaba a cabo ciertos movimientos sino que también lo hacían si contemplaban a otros hacerlos. Este tipo de neuronas nos ayudan, además, a deducir los actos, emociones, sentimientos y emociones de los demás.
La empatía facilita las relaciones con los demás, propicia el diálogo, nos enriquece emocionalmente y es fundamental para mantener un buen funcionamiento en el mundo social.
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